Racing resta in Primera!

Fonte: LA NACION
Di Andrés Prestileo


Más que ganar un partido, Racing, ese capítulo aparte en nuestro fútbol, le puso fin a uno desesperado que duró mucho más que noventa minutos. Lo jugó en estos seis meses, como mínimo, y en los últimos años, si se quiere abarcar mejor un declive que en su historia ya se volvió cíclico. Lo sufrió, en sintonía con su vida de todas estas décadas, en las que el título de 2001, desde la perspectiva de hoy, no sirvió para una refundación deportiva ni institucional.

En esa secuencia, lo visto ayer fue una síntesis fidedigna de la identidad con que la Academia se hizo conocer en todo este tiempo. Su gente lo sabe como nadie y por eso vivió entre el miedo, los nervios insoportables y el alivio final, resignada a una precariedad futbolística que no le daba para imaginar milagros. Para ella, el 1-0 no es más que la caja negra que la condujo al desahogo masivo: sólo cuando la abra analizará los pormenores, pero eso ocurrirá después de que la angustia se le escurra del cuerpo. Todavía deben de quedarle resabios tras una tarde con los nervios de punta.

De las limitaciones ya conocidas en Racing y la tensión que lo atenazó ayer no podía resultar otra cosa que un partido sin gobierno, librado a arbitrariedades. La Academia temía que la superior capacidad que había demostrado en Córdoba sobre Belgrano podía disolverse en un contexto tan volcánico y temeroso como el del Cilindro, y en buena medida eso pasó. Tenía un dilema: jugar sobre las ventajas de aquel empate o hacerlo a un lado y tratar de rematar la serie cuanto antes. No es fácil decir si lo resolvió, porque de entrada la realidad le hizo cuesta arriba llevar el partido según sus planes. Más bien se lo permitió al que menos tenía que perder, Belgrano. Si Racing no salió a llevarse por delante a su rival, a sacarse de encima cuanto antes la carga de tanta mala sangre, es porque este equipo no está para gobernar con tanta naturalidad el curso de un partido.

La jugada que definió la tarde -y el semestre- también fue una viñeta en escala de toda esta pesadilla de la Academia. Llegó apenas después del infarto masivo que provocó una arremetida de Gigli, habilitado por un pelotazo y cuya definición no terminó en gol por muy poco. Racing hizo el suyo en la única jugada que logró articular en todo el partido, si se entiende como tal una sucesión de pases con algún sentido ofensivo. Cuando su gente se recuperaba de aquel sacudón, Maxi Moralez se buscó con Sava, una referencia anímica para sus compañeros, y encontró una pared que lo dejó solo ante Olave. No lo desaprovechó.

No fue más que una ilusión óptica la imagen inmediata, en la que Racing pareció soltarse y volcarse en un ataque sostenido. La tarde le tenía reservados más sofocones. Los del primer tiempo fueron otros tres: un doble cabezazo tras un córner, que Martínez Gullotta salvó con lo justo; otra filtración de Gigli y, la más angustiante, un cabezazo del propio Gigli que hizo dar la pelota en el travesaño y picar sobre la línea. Bonet también tuvo el segundo gol, pero la obnubilación no le dejó ver a Sava libre para definir.

Si el primer tiempo fue tan precario como expresión de fútbol, el segundo no resistiría ni un análisis benévolo. Para Racing, la cuestión era dar guerra como fuera y cada quite era una pequeña batalla ganada, pero la confusión lo ganó de tal forma que no perdonó ni a Matías Sánchez, su mayor reserva futbolística hasta entonces. Para Belgrano, acertar con una pelota alta en el área de la Academia le alcanzaba para sembrar el pánico. Tal vez Belgrano leyó definitivamente su futuro en el blooper de la tarde: un pelotazo propició la confusión entre Martínez Gullotta y Cáceres, y Bustos quedó solo, pero en su atropellada, con el arco libre, se llevó por delante la pelota. Ni siquiera allí la gente de Racing se convenció de que estaba libre de todo cargo; ya padeció bastante como para confiarse antes de tiempo. Sólo se soltó con el hecho casi consumado, como si sus ojos necesitaran ver para creer que de veras dejó atrás el campo minado.